Tras una larga ausencia por el blog regreso. Pido disculpas por tan larga ausencia que se debe a que el Universo parece querer amortizarme y no para de darme trabajo, motivo de brindis en los tiempos que corren.
Este post, lo quiero
dedicar a una reflexión que para mí es importante a la hora de afrontar los
procesos de coaching. Como sabéis un proceso de coaching siempre persigue un objetivo,
una meta, un resultado.
En coaching
trabajamos con la fijación de objetivos SMART. La palabra inglesa SMART
significa «inteligente», se utiliza como acrónimo de los adjetivos Specific
(específico), Measurable (medible), Achievable (realizable), Realistic
(realista) y Time-Bound (limitado en tiempo).
Por experiencia sé que
el logro del objetivo no depende únicamente de la motivación de la persona, sino que a esta hay que sumarle otras variables como la necesidad, la expectativa, las habilidades personales y el
carácter de cada uno. Y por supuesto, el tener una intención
clara hace que las posibilidades de alcanzar esa meta aumenten.
Cuando comienzo un
proceso de coaching, lo primero que me aseguro es de la disposición de la
persona para trabajar durante el proceso y en relación al objetivo que esa
persona busca obtener siempre añado: “No te aferres al resultado, ahora
mismo tenemos un lugar hacia donde dirigirnos, una referencia, tal vez, por el
camino todo cambie y sientas que en realidad es otro lugar al que realmente
deseas llegar.”
Por lo general y en
el mundo del coaching en concreto, se
cree que tener un objetivo claro es algo bueno, ya que nos indica que la persona
sabe lo que quiere y lo persigue; sin
embargo cuanto puede hacer este planteamiento que esta persona vea única y
exclusivamente su objetivo y nada más. Es decir, que esté tan concentrada en
llegar a la cima de la montaña, que se esté perdiendo disfrutar del camino.
Plantearse fines en
la vida no solo es aconsejable sino necesario, pues no hacerlo significa dejar
de soñar posibilidades, pero las metas no deben ser tan inflexibles que nos
impidan saborear otras alternativas mientras trabajamos en su logro e incluso
cambiarlas. Las metas siempre llevan aparejadas expectativas, estas suelen ser el motor para
movilizarnos y muchas veces la causa de la frustración una vez logrado, ya que
lo soñado superaba la realidad de lo que es. Por eso es importante disfrutar
del camino sin prisas, aprendiendo, saboreando cada etapa que nos va acercando
hacia esa meta deseada.
En los últimos años estoy haciendo algo
diferente, cuando viajo en coche y tengo que ir a cualquier lugar decido no
seguir las rutas recomendadas por el sentido común, el GPS de turno, más bien
prefiero tomar las carreteras secundarias, al fin y al cabo, todos los caminos
llevan a Roma, y el hacer esto me permite disfrutar de los paisajes, de una
conducción más tranquila, así como descubrir lugares fantásticos a los que de
otro modo nunca hubiera llegado.
Con ello no estoy
animando a no fijarse objetivos, sino que más bien creo que entre la ausencia
de estos y la rigidez de fijarlos tan acotados hay un mundo de posibilidades.
El objetivo de
Rafael Alberti era ser un gran pintor, pasaba horas y horas en el Museo del
Prado copiando cuadro, algo pasó en su vida que le permitió abandonar esa ciega
fijación y descubrir al gran poeta que
en realidad llevaba dentro.
Astor Piazzolla
renuncio a un trabajo en un banco y centró sus esfuerzos en la música clásica donde
nunca resalto, para un buen día descubrir que aquello que conocía desde su
infancia y que rechazaba, los tangos, sería lo que le llevaría a alcanzar la
fama. Fue capaz de renovar el tango introduciendo influencias de la música
clásica y del jazz, lo transformó.
Tener metas nos sirve para iniciar un viaje hacia un lugar que pensamos, va a mejorar nuestra situación actual, nos sirve para poder usar la brújula y no ir a la deriva en nuestra vida, con la flexibilidad de poder cambiar si nos damos cuenta que en realidad ese paisaje no nos gusta y no estamos disfrutando.
No concibo mejor final para este post que los versos finales que escribió el
poeta Kavafis en su poema Ítaca:
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Más no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
Lourdes Morales
Professional Certified Coach-PCC
Personal, Executive & Team Coaching
Personal, Executive & Team Coaching
Bienvenida Lourdes, se te echaba de menos, pero como tú muy bien dices, tener trabajo en los tiempos que corren es un lujo, un lujo que llega a tí porque tú eres muy buena y te abres a la abundancia del Universo.Como siempre( y permíteme la expresión) has estado "sembrada" en este texto. Un abrazo.Pruden
ResponderEliminarGracias Pruden. Un abrazo de todo corazón.
EliminarGracias por este post que ha llegado de manera casual a mí. Aunque no soy un "creyente" del coaching, me ha gustado mucho leerte. Saludos desde Gran Canaria. Jose
ResponderEliminarHola José, parece que has tenido una mala experiencia con el coaching, Espero que esa creencia desaparezca y puedas disfrutar de su grandeza.
EliminarEres muy bienvenido a participar con tus comentarios en este blog y muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.